DESCRIPCIÓN:
Había una vez un pequeño pueblo situado en un valle rodeado de majestuosas montañas. En ese lugar, la vida transcurría apaciblemente y los habitantes se conocían entre sí, creando así una comunidad unida y solidaria.
Cada mañana, los lugareños se levantaban temprano para trabajar en los campos o en las pequeñas tiendas del pueblo. Durante el día, las calles se llenaban de risas y conversaciones animadas, mientras los niños jugaban y corrían libres por los prados verdes.
Las noches en el pueblo eran mágicas, con el brillo de las estrellas iluminando el cielo oscuro y el sonido de los grillos cantando su melodía nocturna. Los habitantes se reunían alrededor de hogueras para contar historias y compartir sus sueños.
Pero un día, una sombra de tristeza se cernió sobre el pueblo. Una sequía sin precedentes comenzó a afectar los campos y los cultivos comenzaron a marchitarse. Los habitantes se preocuparon por la escasez de alimentos y el temor se apoderó de sus corazones.
Sin embargo, en medio de la desesperación, la solidaridad y el trabajo en equipo característicos de la comunidad salieron a flote. Los habitantes se unieron para encontrar soluciones y ayudarse mutuamente en tiempos difíciles. Juntos buscaron formas de conservar el agua, compartieron alimentos y apoyaron a los más vulnerables.
Gracias a su esfuerzo y colaboración, el pueblo logró superar la sequía y recuperar la prosperidad. A partir de ese momento, los habitantes aprendieron que la unión y la solidaridad eran su mayor fortaleza y que juntos podían enfrentar cualquier desafío que se presentara en su camino. Y así, la comunidad siguió adelante, manteniendo viva la llama de la esperanza y el amor entre sus habitantes.
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