DESCRIPCIÓN:
Había una vez un pequeño pueblo en medio de la montaña, rodeado de bosques y ríos cristalinos. Los habitantes de este lugar eran gente sencilla y trabajadora, que se dedicaban a la agricultura y la ganadería.
Cada mañana, al despertar, podían escuchar el canto de los pájaros y sentir el frescor del aire puro que venía de los altos picos de la montaña. Las casas de este pueblo eran de madera y piedra, con techos de tejas rojas que brillaban bajo el sol.
Los días pasaban tranquilos en el pueblo, con la gente yendo y viniendo por las calles empedradas, saludando a sus vecinos con una sonrisa en el rostro. Los niños jugaban en los prados verdes, persiguiendo mariposas y construyendo cabañas en los árboles.
Las noches en el pueblo eran mágicas, con el cielo estrellado iluminando las calles y las casas con su suave luz. Los habitantes se reunían en la plaza central para contar historias alrededor de una hoguera, mientras el aroma a pan recién horneado se mezclaba con el olor a flores en el aire.
En este pequeño pueblo, el tiempo parecía detenerse, y las preocupaciones del mundo exterior se desvanecían. La paz y la armonía reinaban en cada rincón, haciendo de este lugar un verdadero paraíso en la tierra.
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