La casa era una encantadora construcción de estilo colonial, con una fachada de color blanco y detalles en madera tallada que le daban un toque de elegancia y tradición. Sus amplias ventanas permitían la entrada de la luz natural, iluminando el interior de manera cálida y acogedora.
Al entrar a la casa, se podía apreciar la meticulosa atención a los detalles en la decoración, con muebles antiguos y obras de arte en las paredes que le daban un aire distinguido y lleno de historia. El suelo de madera pulida resonaba bajo los pasos, brindando una sensación de calidez y confort en cada rincón.
En el jardín trasero, un hermoso patio con un pequeño estanque y una fuente de piedra creaban un oasis de tranquilidad y paz, perfecto para relajarse y disfrutar de la naturaleza. Las enredaderas trepaban por las paredes de ladrillo, añadiendo un toque de frescura y color al ambiente.
En resumen, la casa era un verdadero refugio de armonía y belleza, donde cada detalle estaba cuidadosamente pensado para crear un ambiente único y acogedor. Un lugar donde el tiempo parecía detenerse y se podía disfrutar de la serenidad y la belleza de la vida cotidiana.
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